Quedamos en el Persia

Sencillo e intenso, como un buen café por la mañana, resulta darle una lectura a este niño de Xus JC, Entre el pasado y el Más Allá. Este primer tomo de Recuerdos Imposibles comparte tres historias cargadas del mayor misterio al que ha de enfrentarse el ser humano. Y es que, la quimera de nuestra animalesca e incontrolable emocionalidad aflora por doquier cuando entra en escena aquello que en los grupos que yo frecuento llaman “misterio” -que nada de misterioso tiene, vaya-.

Resulta complejo no revelar el contenido de estas tres historias en una reseña pues, por escueta que sea, cuesta esconder los curiosos hechos cuando se dedica una a todo lo contrario. Me centro entonces en animar a su lectura con las sensaciones que esta deja.

Creo que bien resume todas ellas la expresión que se refleja en la pequeña de la portada. Si se presta debida atención a esta imagen encontramos el contenido de la novela en sí. La “mirada adulta” que asoma por su tez nos dará la pista. Mirada que no mira; que atiende, en realidad, aunque sin mirar a su alrededor. Justo lo que los protagonistas terminan por transmitir en la obra; historias que llegan de fuera para que observemos nuestro interior.

Mezclando en un coco 21 gramos de curiosidad y empatía a partes iguales terminas deseando una quedada en el Persia. Es justo el sabor que deja Recuerdos Imposibles. Así como se hacía en locales célebres como el Café de las Horas, el Imperial o el Central Perk donde intelectuales -y no tanto- se reunían para dejar allí sus pensamientos junto a los asientos blanditos y los posos de café.

Qué recurso tan acertado que refleja todo lo que somos por dentro con apapuches, con cariño. Y ahora que uno se ve reflejado aquí… Qué raros somos. Cómo de extraño nos comportamos con los sucesos más naturales del mundo. Como las liebres en carretera cuando les das las largas y los gatetes al lidiar con los terribles pepinos. Sí, así de raros.

Dentro de esta rareza nuestra, claro, hay belleza; por descontado se encuentra también en estas cosas tan normales y naturales aunque no sepamos verla. Citando con permiso a don Félix de Azúa, «el tiempo es lo que ilumina o ciega los elementos a nuestra vista; no vemos lo que queremos, sino lo que podemos».

Por tanto, el que ve, no lo sabe, pero ve porque está preparado. Y si aún quedan ganas de contar lo que se sabe, lo que se ha visto, quedamos en el Persia y ya, si eso, vamos viendo.